Hace ya casi tres años viajé con mi hermana a Sincelejo, a visitar a un amigo. Él nos recomendó visitar Mompox, una de las ciudades más conocidas o nombradas en Colombia por ser una joya de la arquitectura de la Colonia, y por producir hermosas y originales joyas en filigrana.
Mompox, desde Sincelejo, está un poco retirada, pero el paseo vale la pena. Son algunas horas en auto y un poco de aventura. Se debe llegar a Magangué, abordar una lancha o chalupa y viajar por el Rio Magdalena hasta una localidad llamada Bodega. De allí se toma finalmente un taxi hasta Mompós (o Mompox).
Allí lo reciben a uno con Butifarra, un embutido de carne bastante típico de la región. La que probamos estaba “no me olvides”, porque la recordamos todo el día. El calor es impresionante en Mompós, y el sol golpea fuerte, seguramente porque está casi al nivel del mar. La gente es muy amable, y prácticamente toda persona en la calle cumple la función de guía turístico. Las calles son algo solitarias, las casas están llenas de texturas, y se siente mucho silencio y tranquilidad en el ambiente. Llegar a Mompós es casi como retroceder en el tiempo.
Después de caminar un buen rato, y de esperar a que mi hermana terminara de ver cuanto objeto de filigrana le ofrecieran en negocios caseros, tomamos una mototaxi para darle la vuelta a la ciudad. Nos pasearon por todas las iglesias, por algunos recovecos, y terminamos el recorrido en el cementerio de la ciudad, lleno de criptas, tumbas y estatuas blancas.
Salimos de la ciudad exhaustos pero contentos. Para mí valió la pena el viaje, me gustó mucho el paseo por el Río Magdalena, y también el haber conocido una región tan aislada de Colombia.